El rinoceronte que avanza aunque no lo entiendas

El rinoceronte que avanza aunque no lo entiendas

Hace unas semanas, vi un documental sobre animales africanos. No era algo que estuviera buscando con intención, pero mientras navegaba entre contenidos, apareció un fragmento en el que mostraban a un grupo de rinocerontes desplazándose a través de una sabana seca. No tenían la gracia de los felinos ni la ligereza de los antílopes. Cada paso que daban parecía mover el suelo. Su andar era firme, pesado, casi torpe. Pero avanzaban. A su ritmo. Sin detenerse.

Me quedé observando más de lo que esperaba. Algo en su forma de moverse me capturó. No eran animales que buscaran llamar la atención. No eran veloces ni ágiles. No eran visualmente imponentes como los leones ni estratégicamente organizados como los elefantes. Pero estaban ahí. Fuertes, reales, auténticos.

Luego, investigando un poco más, supe que a pesar de su apariencia robusta, los rinocerontes tienen una vista muy limitada. Ven poco. Perciben movimiento, formas borrosas, pero no con claridad. Y aun así, avanzan. Su fortaleza está en el olfato, en la audición, en la memoria. Y sobre todo, en su capacidad de persistir incluso cuando el camino no se ve del todo.

Me quedé con esa imagen. Un animal que camina sin ver claramente, pero que sigue. Un animal que no necesita la perfección del paisaje para tomar una decisión. Y pensé: ¿Cuántas veces nosotros, los humanos, nos detenemos simplemente porque no vemos todo claro?

Vivimos con la idea de que hay que tener todo resuelto antes de dar un paso. Que si no entendemos cada detalle, es mejor no hacer nada. Que si el mapa no está completo, es peligroso avanzar. Y eso nos paraliza. Nos frena. Nos llena de dudas que nunca terminan.

El rinoceronte no espera tener una visión perfecta. Confía en lo que sí tiene. Usa su olfato. Usa su intuición. Se guía por lo que percibe, no por lo que ve. Y eso, para mí, es una gran enseñanza.

Hubo momentos en los que yo también esperé demasiado. Quería certezas, garantías, señales claras. Postergué decisiones. Dejé proyectos en pausa. No porque no los sintiera importantes, sino porque quería estar completamente seguro. Y mientras tanto, pasaba el tiempo. La energía bajaba. El entusiasmo se diluía. El miedo crecía.

Pero avanzar no siempre es un acto de claridad. A veces es un acto de fe. De confianza en lo que sientes, aunque no puedas explicarlo del todo. De intuición en el paso que sigue, aunque no veas aún la meta final.

El rinoceronte no necesita velocidad para llegar. Su fuerza está en seguir. En mantenerse. En no rendirse por el hecho de no tener visión perfecta.

Pensé también en cómo muchas veces nos definimos por lo que vemos. Miramos nuestras circunstancias y decidimos qué podemos o no hacer en función de lo visible. Si hay recursos, avanzamos. Si hay apoyo, seguimos. Si hay reconocimiento, nos motivamos. Pero si algo falta, nos detenemos. Como si la vida estuviera obligada a presentarnos un camino despejado antes de permitirnos caminarlo.

Y sin embargo, la mayoría de las cosas valiosas que logramos no empiezan con claridad. Empiezan con dudas, con pasos inseguros, con movimientos torpes. Como los del rinoceronte. Pesados. Imperfectos. Pero auténticos.

No siempre vas a ver claro. No siempre vas a saber cómo terminará algo. Pero si sientes que tienes que hacerlo, empieza. Usa lo que tienes. Avanza con lo que sabes. No subestimes el poder de un paso firme, aunque lento.

Una de las cosas que más me impactó es que el rinoceronte, a pesar de su tamaño, vive en constante amenaza. Su especie está en peligro por la caza furtiva. Muchos de ellos nacen, crecen y mueren sin saber que el mundo externo los ve como un trofeo. Y sin embargo, viven con dignidad. Con su coraza, con su cuerno, con su andar sereno. No negocian su forma de ser. No piden permiso para existir.

Eso también es una lección. Cuántas veces suavizamos nuestras decisiones para agradar. Cambiamos nuestro ritmo para encajar. Disminuimos lo que sentimos por miedo a no ser entendidos. Y en ese intento de adaptarnos, dejamos de ser nosotros mismos.

El rinoceronte no pretende ser otro. No quiere ser más ligero, más sociable, más elegante. Es lo que es. Y avanza como puede.

¿Y tú? ¿Estás avanzando como necesitas o como otros esperan? ¿Estás siguiendo tu ritmo o te estás forzando a encajar en otro?

Vivimos rodeados de mensajes que nos empujan a rendir más, ser más visibles, lograr más rápido. Pero tal vez tu camino no sea rápido. Tal vez sea profundo. Tal vez necesite pasos lentos pero firmes. Tal vez necesites dejar de mirar tanto hacia afuera y empezar a escuchar más hacia adentro.

Hoy quiero invitarte a reconocer tu forma. Tal vez no sea la que destaca. Tal vez no tenga brillo inmediato. Pero si es real, si es honesta, es suficiente. No necesitas ver el final para comenzar. No necesitas tener la vista perfecta para seguir. Solo necesitas confiar en lo que ya sabes, en lo que ya sientes, en lo que ya intuyes.

Avanza como el rinoceronte. Con paso fuerte. Con dirección. Con respeto por tu ritmo.

Gracias por acompañarme hasta aquí. Si esta historia te dio algo en qué pensar, compártela con alguien que esté buscando razones para seguir, aun sin tener todo claro. Mañana volveré con otra historia. Porque cada criatura tiene su forma de avanzar. Y a veces, la sabiduría más útil está justo en la que menos se parece a nosotros.

Marlon Zometa

Hola, soy Marlon Zometa, Blogger y Creador de Contenido apasionado por inspirar, conectar y transformar vidas a través de mensajes auténticos y reflexiones profundas. En este espacio comparto contenido único diseñado para motivarte y ayudarte a ver la vida desde nuevas perspectivas. Conecta conmigo: facebook instagram twitter youtube tiktok pinterest external-link external-link

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente