Volví a creer en mí cuando dejé de exigirme ser perfecto

Volví a creer en mí cuando dejé de exigirme ser perfecto

Hubo una etapa en la que me hablaba con dureza. Me exigía más de lo que podía dar. No me perdonaba errores pequeños y me presionaba a tener todo bajo control. Cada tropiezo lo convertía en culpa, cada fallo en motivo de silencio. Quería hacerlo bien todo el tiempo. Quería ser impecable, constante, fuerte. Pero por dentro, me estaba quebrando.

No lo noté de inmediato. La exigencia venía disfrazada de disciplina. La autoexigencia parecía compromiso. Pero había algo que se me escapaba: la perfección que me imponía no me estaba ayudando a crecer, me estaba apagando lentamente.

Ese fue el punto de quiebre. Cuando entendí que no necesitaba ser perfecto para merecer mi propio respeto. Fue ahí cuando, poco a poco, volví a creer en mí.

La autoexigencia se instala sin pedir permiso. Empieza con metas nobles: “Quiero mejorar”, “quiero ser mi mejor versión”. Pero con el tiempo, si no se equilibra con compasión, se convierte en un látigo invisible. Comienzas a verte a través de lo que no lograste. A juzgarte por los días en que no tuviste fuerzas. A minimizar tus avances porque "pudiste haber hecho más".

A mí me pasó. Me exigía tener siempre respuestas. Me culpaba por sentirme agotado. Me comparaba con versiones idealizadas de otras personas. Hasta que un día me vi frente al espejo, y no me reconocí. Me había convertido en juez de mí mismo, y mi veredicto nunca era suficiente.

Ese día supe que no podía seguir así. No porque estuviera fallando, sino porque me estaba olvidando de cuidar lo más importante: mi bienestar interior.

Me costó entenderlo, pero ser perfecto nunca fue la meta. Fue un espejismo. Una idea que me alejaba de lo humano, de lo real, de lo que verdaderamente me hacía crecer.

La perfección me empujaba a ocultar mis errores, cuando en realidad esos errores eran los que me enseñaban. Me hacía temer mostrarme tal como era, cuando lo auténtico es precisamente lo que más conecta. Me obligaba a hacer más, producir más, rendir más… hasta el punto de dejarme emocionalmente vacío.

Fue cuando solté esa necesidad que comenzó el cambio. No bajé mis estándares, cambié mi enfoque. Empecé a ver el valor de lo imperfecto, de lo que se construye con pausas, de lo que se intenta aunque no salga como se espera. Empecé a agradecerme, no solo por lo que lograba, sino por el simple hecho de seguir intentándolo.

Cuando dejé de exigirme tanto, algo hermoso ocurrió. Comencé a hablarme mejor. A escucharme con paciencia. A celebrar mis pequeñas victorias, aunque nadie más las notara.
Volví a disfrutar del proceso. Volví a sentirme orgulloso sin necesidad de aplausos. Volví a creer en mí sin condiciones.

Me di cuenta de que no necesito ser perfecto para inspirar, para crecer, para compartir. Solo necesito ser honesto. Y cuando uno es honesto consigo mismo, todo se transforma: la mirada, la energía, las decisiones, incluso la forma de caminar por la vida.

Si estás luchando con la presión de ser siempre el mejor, de no fallar, de no detenerte, quiero decirte algo que ojalá alguien me hubiera dicho antes: no necesitas exigirte tanto para ser valioso. Lo que te hace fuerte no es tu perfección, sino tu capacidad de seguir adelante, incluso con dudas, incluso con heridas, incluso con pausas.

Sé amable contigo. No te castigues por sentirte humano. No te compares con lo que ves afuera. Recuerda que lo más importante no es hacerlo perfecto, sino hacerlo con verdad.

Hoy, mírate con ternura. Háblate como hablarías a alguien que amas. Porque tú también mereces ese trato.
Y si algún día sientes que te estás exigiendo demasiado, detente un momento, respira, y recuérdate esto:
Estás haciendo lo mejor que puedes. Y eso, sinceramente, ya es mucho.

Gracias por estar aquí. Gracias por leerme con el corazón abierto. Si estas palabras resonaron en ti, si te viste reflejado en alguna línea, compártelas con alguien que también necesite este recordatorio.
Aquí, en este espacio, no buscamos perfección. Buscamos verdad, consuelo y compañía real.

Marlon Zometa

Hola, soy Marlon Zometa, Blogger y Creador de Contenido apasionado por inspirar, conectar y transformar vidas a través de mensajes auténticos y reflexiones profundas. En este espacio comparto contenido único diseñado para motivarte y ayudarte a ver la vida desde nuevas perspectivas. Conecta conmigo: facebook instagram twitter youtube tiktok pinterest external-link external-link

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente