Volver a sentir cuando todo parecía apagado

Hay etapas donde algo dentro de ti se adormece. No sabes en qué momento sucedió, solo te das cuenta de que ya no sientes como antes. Las canciones que antes te emocionaban ya no provocan nada. Las personas que solían inspirarte ya no te despiertan ilusión. Las cosas que amabas parecen lejanas, como si hubieran sido parte de otra vida. Y entonces te preguntas en silencio: ¿Qué me pasó?

Volver a sentir no es automático. No basta con desearlo. A veces, es un proceso lento, casi invisible. Un proceso que no tiene testigos, pero que está lleno de valor. Y eso es de lo que quiero hablar hoy. De lo que significa volver a sentir cuando todo dentro parecía apagado.

No se trata de estar triste. Es algo más confuso. Es esa sensación extraña de estar presente sin estar del todo. De hacer las cosas porque “hay que hacerlas”, pero sin encontrarles sentido. La risa está, pero es superficial. La compañía está, pero se siente distante. Tú estás, pero no del todo.

Este estado no siempre se nota desde fuera. Sigues cumpliendo, sigues hablando, sigues trabajando. Pero por dentro, sientes que algo se ha ido, que una parte de ti está en pausa. Y aunque a veces logres disimularlo bien, llega un punto en el que no puedes más.

Aceptar que te desconectaste de ti mismo no es señal de derrota. Es un primer paso de honestidad.

Nos han enseñado que debemos estar bien. Que debemos levantarnos rápido. Que sentir mucho es debilidad. Por eso, cuando la emoción se apaga, en vez de cuidarnos, nos exigimos. En vez de escucharnos, nos juzgamos.

Pero la emoción no nace del deber. Nace del permiso. Necesita que te detengas, que le des espacio, que te atrevas a sentir aunque te duela. Porque el alma no es una máquina que puedes reiniciar cuando quieras. A veces necesita silencio. A veces necesita llorar. A veces solo necesita tiempo.

Y aunque sea difícil, volver a sentir es posible. Pero no lo lograrás si te sigues presionando a ser quien eras antes. No necesitas volver a ser el de antes. Solo necesitas darle permiso a tu presente de sanar a su manera.

Una melodía que te hace cerrar los ojos. Una conversación que no esperabas. Una frase que te atraviesa sin darte cuenta. Una tarde donde el viento te acaricia con ternura. Así comienza el regreso. Así empieza la reconexión con la vida.

No regresa de golpe. No llega con fuegos artificiales. Llega en forma de suspiros, de pequeños destellos, de momentos donde por un segundo sientes que algo dentro de ti se mueve otra vez. Y ese segundo lo cambia todo. Porque si lograste sentirlo una vez, puedes volver a sentirlo mil veces más.

Volver a sentir es recordar que aún estás vivo. Que aunque tu alma se haya apagado por un tiempo, la llama sigue ahí, esperando el soplo de tu atención.

No tengas miedo si te has desconectado. No te castigues si no sientes como antes. Hay procesos internos que no se pueden forzar. Solo se pueden abrazar.

Volver a sentir es un viaje hacia ti. No requiere prisa. Requiere presencia. Requiere que seas amable contigo, incluso en los días donde todo parezca gris.

Hoy quiero que sepas que no estás solo. Muchos transitamos por esa misma neblina emocional. Y aunque parezca que el fuego se ha extinguido, en el fondo solo está dormido, esperando el momento correcto para volver a arder.

Confía. La vida no te ha olvidado. Solo está esperando que estés listo para reencontrarte contigo mismo. Y cuando ese día llegue, no será necesario que grites “he vuelto”. Lo sabrás por dentro. Lo sentirás como una caricia. Lo reconocerás como tuyo.

Gracias por llegar hasta aquí. Por darte este espacio. Por permitirte leer algo que no busca impresionar, sino acompañarte. Si esta reflexión tocó algo dentro de ti, compártela. Alguien más puede estar atravesando ese mismo silencio.

Y si alguna vez te pierdes de nuevo, vuelve. Aquí siempre habrá palabras que te esperen con ternura, no con exigencia.